Sistemas Hidráulicos Pre Incas e Incas
En las últimas dos décadas el mundo
viene luchando contra el cambio climático. Algunos atribuyen su
aceleración a la acción del hombre y otros a una acción normal de la
naturaleza. Como sea, es evidente que vivimos un aumento de temperaturas
que nos afecta.
Por la cadena de los andes y sus
glaciares se dice que el Perú será uno de los más perjudicados por el
fenómeno. El país concentra cerca del 70% de los glaciares del mundo,
esta característica hace que seamos uno de los países más vulnerables.
Se habla de adecuación al cambio climático, algo que nuestros
antepasados ya realizaban de forma espectacular.
Si elaboramos una línea del tiempo
(Figura 1) y colocamos en él nuestro relativo corto pasado, y lo hacemos
coincidir con la línea de los procesos climáticos en la Tierra, es
probable que nuestros antepasados hayan lidiado con una naturaleza
hostil que obedecía a un cambio climático quizás menos evidente que el
que experimentamos ahora; con menos argumentos científicos y técnicos,
pero con una gran fortaleza que ahora no tenemos: la visión mística de
los astros, la veneración a los recursos agua y tierra y, sobre todo, el
respeto a la naturaleza que se evidencia en la manera como
“gestionaban” la cuenca.

Hablar de las prácticas de siembra de
agua que realizaban nuestros antepasados tiene que relacionarse con la
visión de cuenca que ellos tenían en la práctica.
En la Figura 2 vemos los principales sistemas hidráulicos puestos
en práctica por nuestros ingenieros pre-incas e incas, que revela el
conocimiento y talento científico, que conjuga la aplicación de una
serie de ciencias.

1. Las partes altas de las cuencas estaban completamente forestadas o
con presencia de cobertura vegetal, tal como se evidencia en algunos
lugares (Distrito de Huachos – Castovirreyna en Huancavelica) con la
presencia de bosques completos de quinuales o queñua (Polylepis
racemosa, P. incana), solo por mencionar una, además de una gama amplia
de especies nativas adaptadas a nuestro medio que ahora simplemente se
han desaparecido.
2. A lo largo de los andes podemos apreciar una serie de represas que
por su ubicación denominamos alto andinas, de mediana capacidad, cuya
función era almacenar las aguas de las lluvias. Podemos apreciar
capacidades desde unos cientos de miles de metros cúbicos hasta cerca
del millón de metros cúbicos; nunca posicionadas en los cauces de los
ríos, como ahora que vemos represas de gran capacidad en el eje del río
(Gallito Ciego) que, por el proceso propio de erosión de la cuenca,
están colmatándose y trabajan con una capacidad de cerca del 50%.

3. Observatorios solares, los
cuales sin ser una obra hidráulica tenían una espectacular aplicación
en el control climático para beneficio de sus cultivos, registro de los
principales eventos de la comunidad, cambios de estación, registro de
nacimientos, entre otros usos. Una muestra es Chankillo – Casma, en
Ancash, ubicada estratégicamente en las zonas menos vulnerables y de
mayor visibilidad del valle.

4. La ubicación de los principales asentamientos humanos estuvieron siempre en las partes altas, lejos de la fuerza devastadora de los ríos o quebradas, que tantas vidas o pérdidas económicas generan actualmente.

5. Según Luis Masson Meiss, estudioso de los sistemas de andenería,
en el Perú existe aproximadamente un millón de hectáreas en andenes. De
ellos solo se explotan efectivamente un 25%. Llama la atención que no
se cuente con un inventario actualizado y confiable de esta portentosa
obra de ingeniería legada por los incas. Constituyen un patrimonio
cultural sub utilizado en zonas donde prevalece la pobreza extrema por
contradicción. Ejemplo de ello son los andenes de Andamarca en Lucanas,
Ayacucho.

6. Los sistemas de amunas, de
mayor presencia en la serranía de Lima, son una práctica ancestral de
recarga de acuífero, que ahora se muestra como novedosa, pero que los
pre incas limeños hicieron con excelentes resultados; como hasta ahora
lo practican los pobladores de Tupicocha en Huarochiri, Lima.
Este es el mejor ejemplo de la llamada
“siembra del agua”. Consistía en un ritual que implicaba: asambleas,
limpieza de acequias y, sobre todo, veneración al agua. Antes del inicio
de la limpieza de las acequias amunadoras se realizaba el pago a la
tierra (apu) y al agua (yaku).
El sistema funcionaba con zanjas abiertas
que siguen las curvas de nivel de las punas, lo que permitía conducir
el agua de lluvia hasta un lugar llamado cochas, abiertas para recibir
el agua y que luego se filtrara en la montaña para surgir, aguas abajo,
como puquios meses después; exactamente cuando no hay lluvias y el
estiaje es más marcado en la cuenca, de esa manera realizaron
agricultura y mantuvieron al pueblo provisto de alimentos.

7. Los puquios, ojos de
agua, (ñahui yaku) se favorecían por la siembra del agua que realizaban
nuestros antepasados en las partes altas de las cuencas. En muchos
lugares donde existen estos puquios hay un descuido y deterioro de estas
importantes fuentes de agua: botaderos de basura, eliminación de
especies forestales que “atraen” la presencia del agua, siembra de
especies foráneas (eucalipto) que, según los entendidos, funcionan como
bombas consumidoras de agua.
8. Son innumerables los vestigios de obras descomunales como los canales de riego que,
muchas veces, cruzan los andes llevando las aguas de una cuenca hacia
otra (trasvases), con mejores posibilidades o potencial agronómico:
suelo, clima, adaptación de especies, entre otros aspectos.
Un ejemplo vivo es el Sistema de Riego
Huirucatac, en la parte alta de la cuenca del río Nepeña, en Huaylas
(Ancash), donde mediante un sistema de lagunas interconectadas (Coñoc
Ranra, Capado Cocha, Tocanca, entre otras), unidas por el canal
Huirucatac de más de 100 km, se llevan las aguas desde la cuenca del río
Nepeña hacia la cuenca del Río Santa Lacramarca.
Este es emblemático, por lo que
representa unir los andes con la costa mediante venas de ríos que llevan
vida a zonas desiertas. Este sistema está aún por redescubrirse y
mostrar al mundo su portento y, por tanto, poner de manifiesto, una vez
más, el ingenio de nuestros antepasados hidráulicos.

9. Las riberas de los ríos cubiertas con especies forestales,
es decir, una defensa ribereña efectiva y práctica que ahora hemos
olvidado. Basta con escuchar los comentarios de los lugareños de mayor
edad de las comisiones de regantes, donde hemos realizado trabajos,
quienes cuentan que “antes los ríos estaban encañonados o confinados,
era prácticamente imposible pasar de una ribera a otra, salvo por
lugares especialmente identificados”.
Ahora las riberas están deforestadas y el
flujo del agua del río corre libremente, causando en los meses de
lluvias desbordes que ocasionan la pérdida de suelos, cultivos, vidas y
el perjuicio económico que esto representa.
10. Los waru waru o
camellones, son prácticas ancestrales de uso común en el altiplano, en
áreas inundables o inundadas, que consisten en “jalar” tierra formando
una plataforma o “cama” rodeada de agua, donde se realiza la siembra.
Esta agua alrededor del waru waru crea un microclima que mitiga el
efecto de las heladas, permitiendo el desarrollo de los cultivos.

11. Los acueductos son
trabajos de ingeniería hidráulica que debemos revalorar y buscar que se
consideren como una maravilla de la ingeniería civil, al igual que el
santuario de Tipón, en Cusco.
Estos acueductos conducen las
filtraciones de los ríos, Aija, Tierra Blancas y Nazca por tramos
subterráneos (galerías socavón) y por tramos descubiertos (galería
zanjón).

Esta es una muestra del talento
científico y genial de nuestros antepasados, resultado de la aplicación
de una serie de ciencias: ingeniería civil, hidráulica y agronomía. Esta
sabiduría hidráulica corresponde no solo a nuestras fronteras sino a la
humanidad misma.
Alguna documentación disponible son los libros:- “Los orígenes de la civilización en el Perú” de Luis Guillermo Lumbreras
- “Los trabajos hidráulicos del Inca en el antiguo Perú” de Alberto Regal
- “El regadio en el área andina central” ensayo de distribución geográfica de la Universidad Católica
- “Sistemas Hidráulicos Incas” de Juan Fernando Villafana Avila
- “Aguas en el desierto: Los puquios de Nasca” de Katharina Schreiber y Josué Lancho Rojas.
- “Agua bien común y usos prívados” de María Teresa Oré
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