Esta
casa fue construida a finales de mil ochocientos, a primera vista daba la
impresión de no servir para nada. Tenía una sola planta, el piso de tejuelo
roto, ochenta metros cuadrados oscuros y fríos, y una cubierta de madera
podrida. Lo único rescatable era los muros de tierra.
El
proyecto es dirigida a una familia que no busca la privacidad: la cocina, la
sala, el comedor y el baño son de uso comunal, casi público, porque el proyecto
está pensado para recibir visitantes y amigos todo el tiempo. En esta casa de
todos, los espacios privados se reducen a la cama de cada uno de los miembros
de la familia.
Los
acabados de la obra terminada son casi los mismos que estaban ahí en mil
ochocientos. Las operaciones de rehabilitación son muy pocas y muy
estratégicas: se refuerza estructuralmente los muros de tierra, se cura las
paredes, se cambia las puertas y ventanas que estaban en mal estado y el piso
se iguala con cemento.
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